Pequeño teatro

Carlos subraya con lápiz las palabras que no entiende del libro «Pequeño teatro» de Ana María Matute. De la frase «Que Dios acoja en su seno» no entendió, por ejemplo, que significa «acoja» o «seno». Guarda el libro en una mochila con estampado de camuflaje junto a una Biblia,  y sobre ella, a modo de almohada, apoya su cabeza mientras duerme bajo las sombras generosas de los Ficus del parque Pablo Picasso de Málaga. El libro lo cogió prestado de un módulo contiguo al albergue municipal donde las personas sin hogar pueden guarecerse del calor hasta las seis de la tarde. Carlos duerme y come en el albergue. El resto del día lo pasa solo, leyendo porque quiere mejorar su español hasta que pueda continuar con las clases que comenzó en Málaga Acoge. Es brasileño. Hace mosaicos con conchas y elementos de la naturaleza. Lleva dos años y medio en España y quiere trabajar para salir de la calle donde nunca se imaginó.

Entre las robustas raíces de los ficus que sobresalen de la tierra hay colchonetas donde algunas personas pasan la noche. También duerme cerca Yassine, que llegó hace poco de Melilla escondido en los bajos de un camión. Estuvo dos años en el centro de menores de La Purísima de donde salió cuando le quedaban dos meses para cumplir los 18 años. Es de Essaouira, conocido por ser uno de los lugares mejores para hacer surf en Marruecos. Dice que tiene sueño. Duerme en la calle.

-¿Dónde?

-Allí detrás

-Apúntame aquí tu nombre, por favor.

-No sé escribir

En los últimos años ha crecido el número de niños, niñas y jóvenes solos que llegan a Málaga para tratar de mejorar su calidad de vida y la de sus familiares. Asumen mucha responsabilidad y llevan en sus espaldas una mochila que pesa más que ellos mismos. No son personas sin hogar, son niños y niñas sin referentes familiares.

En el mismo parque está también un venezolano que se llama Carlos, 49 años, y que desde hace tres días duerme donde le «agarre la noche». La pandemia le dejó sin trabajo.  Allá en Venezuela era chófer y aquí en España trabajó como camarero. En otro banco está sentado un chico nigeriano que duerme en el albergue y, más allá, llega un muchacho sordomudo que tampoco tiene un techo digno bajo el cobijarse.

Hombres y casi niños, pero también hay mujeres en la calle. Un 20 por ciento de las personas sin hogar en Málaga. María es una de ellas. Duerme en un colchón cubierto con una colcha azul entre el bajo que ocupa la agencia Efe y el portal donde están las oficinas de RTVE. 

-Hoy es mi cumpleaños. Hace un año que estoy  en la calle

Tiene uno de los pies muy hinchado y cardenales en las piernas, el pecho y la cara. De una pelea, dice, con un hombre que la acosa y al que tiene miedo. Comparte las horas con el que se llama su «marido», al que conoció en la calle, y con otro hombre que según cuenta perdió su casa en un incendio.  Tiene un niño de 9 años que está acogido con una familia.  «Soy muy buena madre». Se lleva bien con todo el mundo y ayuda a todo el que puede porque «quien siembra, recoge». 

 

 

 

 

 

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