Niños migrantes que son «nada» en Melilla

Los niños que llegan a Melilla procedentes de Marruecos sufren «maltrato, abandono y desprecio por parte de las Administraciones», según denuncia el cofundador de la asociación Prodein, José Palazón, quien desde hace dos décadas sigue de cerca la situación de los menores extranjeros no acompañados (menas) en la Ciudad Autónoma.

El 60 por ciento de los inmigrantes que saltan la valla que separa Marruecos de España son, según sus datos, menores de 18 años «y a ninguno se les pregunta la edad, el nombre o el país del qué proceden, sino que la Guardia Civil los baja y se les devuelve al otro lado inmediatamente de forma sumaria».

Palazón cree que «a los niños migrantes no se les acoge como niños» en Melilla. «No son nadie, no valen nada y constituyen el principal grupo que sufre violaciones de los derechos humanos en la ciudad, donde no son ni bien tratados ni bien despedidos cuando cumplen la mayoría de edad».

El presidente de la Ciudad Autónoma de Melilla, Juan José Imbroda (PP) defendió en septiembre la repatriación de los menas a sus países de origen -en la mayoría de los casos son de Marruecos- para que estén con sus familias o bien su traslado a la Península debido a que la ciudad acoge más de 300 niños.

Durante una charla en Ilustre  Colegio de Abogados de Málaga (Icamalaga), junto a la abogada e investigadora social Violeta Assiego e Iñigo Loring, asesor jurídico de Málaga Acoge, Palazón describió la dramática situación de los «menas» en Melilla, que tratan de llegar a la Península escondidos entre la chatarra que se embarca hacia Málaga, Motril o Almería.

«Esto no se va a ganar nunca, pero hay que dar la batalla para que no vaya a peor», vaticinó Palazón.

Está previsto que en los centros de acogida de Melilla se tramiten los permisos de residencia de los niños, pero en la práctica a la mayoría se les piden requisitos «imposibles» de cumplir.

Assiego, que ha realizado una investigación sobre los menas, describió como «dramática y cruel» la situación del Centro de Protección de Melilla La Purísima que tuvo ocasión de visitar y  al que se llevan a los menores no acompañados. Criticó que el centro se encuentre en medio de un descampado, a una hora caminando del centro de la ciudad, y que no cuente con ningún tipo de plan educativo individualizado.

La letrada también llamó la atención sobre el hecho de que cuando un niño se va y no regresa al centro de protección, éste se limita a llamar a la Policía sin hacer ningún tipo de seguimiento y se refirió a la existencia de «redadas policiales» nocturnas en el puerto en las que las autoridades van recogiendo en furgones a decenas de niños para trasladarlos a La Purísima.

«Habrá que preguntarse por qué un niño no quiere estar en un centro de protección y sí en la calle», cuestiona Assiego, quien habló de la exposición de los menores a abusos sexuales, drogas y alcohol aludiendo al caso concreto de un niño de 8 años que encontraron con moratones por todo el cuerpo tras una «redada» policial.

En su opinión es «indignante» que en Melilla el hecho de ser inmigrante sea un handicap y que justifique que se pueda no cumplir la ley  y violar los derechos humanos.

Loring, abogado Icamálaga y miembro de la subcomisión de Extranjería se refirió a los métodos de determinación de la edad de los menores migrantes que en muchas ocasiones «no son fiables» y en algunos casos aplican «criterios absurdos» dando como resultado  la expulsión de un menor del país con el perjuicio y daño irreparable que esto les supone.

Recordó que hay casos de errores en las pruebas de determinación de la edad que se realizan a menores que finalmente son repatriados y lamentó que una vez ejecutada la expulsión la situación es irremediable. Puso en valor el trabajo de los abogados, que muchas veces recurren, pero sin lograr llegar a tiempo de impedir la expulsión del niño que resultaba ser realmente menor de 18 años por errores en los método científico biológico de medición de la edad.

 

 

 

 

 

 

 

 

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