Cuando ocupar es la única opción

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Un cuadro pintado por Trinidad a la entrada de su vivienda en la corrala Brocante.

 

A Trinidad, de 63 años, le gusta mucho leer y pintar. «Siempre estoy leyendo, leo unos tres libros a la semana», cuenta en el salón de la casa que habita en la corrala Brocante, un edificio vacío de tres plantas, sin agua corriente ni electricidad, que ocupan a la entrada de Torremolinos medio centenar de personas, entre ellos una decena de niños.

Trinidad pide limosna en la puerta de un supermercado mientras lee «sin levantar la cabeza porque me da vergüenza». Dice que cada vez lo hace menos porque llora y no quiere que la vean. Ahorró durante más de un año para poder comprar un hornillo de camping gas y cocinar los alimentos que consigue cada día. Los vecinos, que considera ahora su única familia, le hacen el favor de llevarle agua cuando van a rellenar bidones en una fuente cercana.

En la puerta blanca que da acceso a su vivienda se lee «Trini Bravo: española de Torremolinos». Trabajó de interna en la casa de una anciana a la que cuidaba hasta que ésta murió hace dos años y se vio en la calle, donde durmió al raso quince días. «Después alguien me trajo aquí», relata. Prefiere no hablar de sus parientes, «como si no los tuviera» y asegura que no le ha quedado otra opción que ocupar esta vivienda.

Dos de las ventanas, la del salón y la del dormitorio, no tienen cristales, tan sólo unos pañuelos grandes coloridos a modo de cortinas, y las paredes están decoradas con óleos regalados y dibujos que Trini ha trazado con lápiz de labios y purpurina dorada.

Dos estanterías con tres filas de libros atestiguan su gusto por la lectura. «Cuando leo estoy metida en otra historia y así logro evadirme de la mía propia», cuenta, arrebujada en una bata azul, mostrando «La reina de los bandidos: la verdadera historia de Phoolan Devi»,  que ya casi acaba a falta de unas páginas, y que deja junto a varios otros en la mesita de noche de su dormitorio.

En una esquina está el trozo de cartón con el que sale a pedir limosna y en el que escribió: «Soy de Torremolinos. No cobro ninguna prestación ni ayuda. No tengo casa. Pido por necesidad. Lo que puedan. Comida o ropa. Gracias de corazón».  En el armario blanco ha dibujado una regadera de colores con ojos que sonríe y vierte agua.

A Trinidad, que dice padecer una hernia discal y depresión, le ofrecieron una plaza en un albergue de Málaga pero no quiso aceptar porque le obligaría a estar en  la calle desde las ocho de la mañana a ocho de la noche.

«Soy la más vieja del edificio», dice Trinidad, que suple con velas la carencia de electricidad. El vecino más joven es Reda, un bebé que nació hace mes y medio, hijo de Sukaina y Ramses, que tienen otra niña de tres y viven en uno de los bajos.

El bloque tiene catorce viviendas ocupadas por personas que tienen todas una difícil historia detrás.

«Todos estamos aquí porque tenemos necesidad de un techo», afirma María, divorciada y con tres hijos de 11, 17 y 9 años. Desde esta semana ocupará un bajo del edificio porque no puede seguir pagando un alquiler. Trabajó de supervisora de limpieza, pero perdió su empleo. La ayuda y manutención de su ex marido siempre ha sido insuficiente.

¿Mañana ya dormimos aquí?, le pregunta a María su hija de 11 años, que quiere ser cirujana de mayor.

Javier, viudo, vive en la corrala desde hace año y medio con sus hijos mellizos de 14 años. En la entrada de su casa se acumulan varios bidones vacíos que usa para coger agua de la fuente y así poder beber, asearse y lavar los platos. Él sí tiene electricidad, como otros vecinos, gracias a un generador de gasolina.

Kati es colombiana y vive con su marido y sus hijos en una de las viviendas del último piso de este edificio ocupado desde que su promotora quebrara en 2012. 

Muchos de los habitantes de la corrala se dedican a vender chatarra en mercadillos ambulantes, otros trabajan de forma esporádica con sueldos precarios, como María, que cuenta que ha estado empleada en una empresa de limpieza durante tres semanas cobrando 3 euros la hora.

En el edificio viven españoles e inmigrantes. Todos reclaman al Ayuntamiento de Torremolinos poder empadronarse  en el municipio para optar a ayudas sociales y escolarizar a sus hijos

En mayo de 2014 el Ayuntamiento de Málaga comenzó a empadronar a familias que viven de forma irregular en edificios ocupados de la capital. Sin embargo, parece que en Torremolinos la situación es más complicada.

De hecho, el pasado 14 de enero los ocupantes de la corrala Brocante se querellaron contra el alcalde de la localidad Pedro Fernández, que se niega a recibirles. 

En Málaga hay una decena de corralas en las que viven por necesidad imperiosa muchas familias con niños. La corrala Las Luchadoras, que ocuparon ocho madres solteras con sus hijos, ha logrado registrar sus empadronamientos. Las mujeres han logrado también regularizar su situación y comenzarán a pagar alquileres sociales tras un acuerdo que alcanzaron la Junta de Andalucía y la entidad bancaria propietaria del inmueble.

 

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