Violencia de Estado

Tardaron casi dos días en identificarle. Las llamas le borraron las huellas digitales de las manos que extendía cada día para pedir «la voluntad» a los conductores que aparcaban sus coches en la explanada cercana al mayor hospital de Málaga. A. H. A, marroquí, de Ceuta, casado y con dos hijos.  Albañil en paro asfixiado por las deudas que no tenía «ni para comer», según dicen algunos medios que había dicho en alguna ocasión. Muy triste esta muerte en el amanecer de 2013. Investigan si «se quemó a lo bonzo o pudo ser un accidente». Mientras, sigue la vida, la huelga de Metro, los Reyes que llegan esta noche. Cada vez nos volvemos más indiferentes ante estas terribles desgracias que ocupan poco espacio en las informaciones y en nuestros pensamientos.

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